En 1994, el Madrid post-movida se encontraba en pleno ajetreo y deshaciéndose, precisamente, de algunos incómodos lastres heredados de aquéllos felices años. Bullicioso, ruidoso, cosmopolita y, sobre todo, divertido, la ciudad volvía a erigirse en uno de los pilares básicos sobre los que se sujetaba el nuevo empuje juvenil que venía disfrazado de cordero, pero rugiendo con fuerza. Música cocinada desde el subsuelo y, aparentemente, sin pretensiones. Por primera vez, en España nos enterábamos al mismo tiempo que en el resto del mundo civilizado de las corrientes musicales que venían –como casi siempre- dirigidas desde los Estados Unidos y Reino Unido.
Grupos como Sonic Youth, Pavement, Mercury Rev o Dinosaur Jr. –del otro lado del Atlántico- y Ride, The Charlatans, Oasis o Blur –desde las islas británicas- daban la alternativa aquí, en nuestro país, a singulares formaciones como Cancer Moon, Penelope Trip, Parkinson D.C., Patrullero Mancuso, El Inquilino Comunista, Australian Blonde o Los Planetas. Todos ellos, y muchos otros, encontraron acogida en sellos independientes que hacían gala y bandera del ‘hazlo tu mismo’, en medios especializados con ganas de cambios y en pequeñas salas repartidas por todo el país como la Maravillas. Y en este madrileño santuario Indie comenzó a macerar una idea que, a día de hoy, se antoja crucial en los últimos quince años de música en España.
Las ciudades pueden nacer una y mil veces; reconstruidas desde sus cenizas o reinventadas desde la imaginación. La renacida Benicàssim, la que hoy conocemos, le debe tanto a su sol y a sus playas como a Oasis y a Leonard Cohen; tanto a su peculiar orografía, salpicada de cuevas, riscos y simas, como a la magia de Björk o al aullido de Jon Spencer; tanto al desierto de Las Palmas como al recinto de conciertos del Festival. Benicàssim hoy no se entiende sin FIB Heineken.
Benicàssim, nombre de origen árabe –hijos de Qásim-, ha sido ciudad de agitado pasado fruto de su localización mediterránea; refugio de corsarios y contrabandistas primero; segunda residencia después y ciudad mágica, desde 1995, durante una semana de verano gracias a FIB Heineken. Situada en pleno corazón de la Costa del Azahar cuenta con todo lo que necesita una ciudad de vacaciones moderna para que sus visitantes se sientan a gusto y puedan disfrutar plenamente del entorno, el clima, la gastronomía, el deporte, la playa y, por supuesto, la música. Una ciudad renacida que asoma al Mediterráneo orgullosa de un presente que ha redefinido sus coordenadas geográficas.
FIB Heineken te permite vivir una experiencia completa: nueve días de acampada gratuita en una zona cuidada anexa al recinto de conciertos, la cual, además del descanso, permite la interacción con gente joven de todo el Mundo con la que compartir inquietudes. Cuatro intensos días de conciertos, una semana entera de actividades extramusicales y una de las playas más agradables de Europa en la que relajarse tomando el sol o bañándose en las cálidas aguas del Mediterráneo.